La capital de España siempre ha sido un lugar castizo donde las tradiciones se han tenido muy en cuenta. Los propios barrios de Madrid, que hasta no hace tanto eran poblaciones alrededor de la gran ciudad, se han convertido en parte de ella rápidamente. Sin embargo, han conservado buena parte de su idiosincrasia, aunque estén evolucionando en sus señas de identidad. Porque no es lo mismo vivir en Malasaña que en Orcasitas, o hacerlo en Vallecas que en Chamartín. Cada barrio, cada zona, tiene algo muy marcado que la hace diferente al resto. Y de hecho, Madrid es una ciudad bastante heterogénea en ese sentido, con diferencias más que evidente en lo social y económico de un barrio a otro. Esto se ve en los bares y locales de cada zona, en los alquileres, los precios de las viviendas… Es algo que pasa en otras grandes capitales, solo que parece que en Madrid ocurre de una forma incluso más exagerada.
La prostitución siempre ha estado presente en la capital, a veces como un trabajo más, y últimamente como un problema que se prefiere “barrera bajo la alfombra”. El ayuntamiento ha llevado a cabo ordenanzas en los últimos años para apartar a las trabajadoras sexuales de las calles más céntricas. La imagen de las chicas en la calle Princesa o Montera, muy cerca del centro de la ciudad, ya es mucho menos habitual. Internet ha hecho que muchas chicas abandonen la calle para trabajar desde sus propios domicilios, una opción más segura y también más flexible para las fuerzas del orden. Si el problema no está en la calle es como si no existiera… salvo para aquellas zonas donde ahora hay muchos burdeles clandestinos en pisos privados. Ya no hablamos de concentraciones de mujeres en plazas del centro, o en la mítica Casa de Campo, donde por cierto todavía se las ve a menudo. Estamos hablando de edificios enteros, no muy lejos del centro, llenos de pisos alquilados a escorts y prostitutas. Los vecinos se quejan, con o sin razón, y las chicas solo piden tener la oportunidad de trabajar de forma segura en sus propias casas. Así es como ha nacido el nuevo barrio rojo de la capital.
El barrio con más prostíbulos
Nos acercamos al barrio de las Delicias, justo al costado de la estación de Atocha. Este lugar es sin duda uno de los centros neurálgicos del transporte en Madrid, no solo por la llegada de trenes desde toda España, sino también por los autobuses que parten y llegan hasta aquí. La zona de Atocha nunca fue precisamente boyante, ni siquiera en otros tiempos, pero en los últimos años los alrededores de la estación se han convertido en una zona algo más peligrosa. Si nos alejamos hacia la parada de Metro de Delicias, o hacia la de Legazpi, ya un poco más hacia el sur, lo comprobaremos perfectamente. Son zonas de edificios antiguos, barrios algo más empobrecidos que intentan mantenerse a flote. Y en ellos, la prostitución ha calado de manera sorprendente.
Tal vez por el bajo precio de los alquileres en ciertas zonas del barrio, sobre todo en comparación con lo que se paga en otros lugares de Madrid. Tal vez porque el propio trabajo llama a más trabajo, y las primeras prostitutas que se ubicaron aquí aconsejaron al resto de sus compañeras hacer lo mismo. En las grandes avenidas, como el Paseo de las Delicias, y en calles paralelas más pequeñas, incluso más alejadas del ojo público. Los prostíbulos clandestinos están aflorando como setas en este barrio, según se puede comprobar gracias a los anuncios de Internet. Desde casas de citas hasta pisos particulares donde trabaja una sola chica, recibiendo a sus clientes, esta es la nueva zona roja y caliente de Madrid.
Solo se anuncian en Internet
En la era de Internet, donde todos tenemos una doble vida dentro y fuera de la red, el sexo de pago también ha encontrado su filón en esta nueva herramienta digital. Las trabajadoras sexuales han abandonado las calles, al menos en su mayoría, cansadas de estar expuestas al frío, el calor, la lluvia y las agresiones de los clientes. Han buscado la solución en los anuncios online, donde pueden ofrecer sus servicios de una forma mucho más efectiva y segura. Basta con subir su perfil a las páginas donde se anuncian, con fotos y datos de contacto. A veces ponen solo su teléfono, y ellas dan la dirección cuando los clientes muestran verdadero interés. En otras ocasiones no tienen ningún problema en aclarar desde el propio anuncio dónde viven, en qué zona trabajan. Aquí mantienen sus pisos privados, donde reciben a clientes, pero muchas también hacen desplazamientos.
Internet ha permitido que las chicas dejen las calles, pero ahora trabajan en casa, una situación que resulta mucho más cómoda para ellas, pero no para los vecinos. Aunque la mayoría solo se queja del ruido o del continuo entrar y salir de gente en el edificio, llevar el trabajo a casa las marca ante sus vecinos. Los rumores empiezan a correr, las habladurías se expanden, y las chicas terminan, en muchos casos, siendo señaladas. Y aquí volvemos a encontrarnos con esa marginación que, históricamente, han tenido las prostitutas. La sociedad las señala como un mal que hay que erradicar, incluso cuando llevan a cabo sus servicios en la más estricta intimidad de sus propias casas. En otros casos, donde hay drogas y peleas de por medio, los vecinos se cansan antes y llaman a la policía, o incluso a los caseros de estas jóvenes, que deciden echarlas.
Edificios completos con pisos de prostitutas
Es una situación compleja la que viven las trabajadoras sexuales que deben estar arrendadas. Tanto es así que muchas de ella buscan lugares donde ya exista un prostíbulo clandestino o una casa de citas para radicarse allí. Mientras hay personas que no quieren a este tipo de chicas trabajando en sus casas, otras ven una auténtica mina en esta nueva forma de realizar los servicios, más íntima. Alquilan sus pisos y habitaciones a las chicas, por precios incluso mayores a los que el mercado pide. Saben que ellas lo pueden pagar, gracias a sus ingresos. Y así se mantiene un cierto equilibrio mientras ellas no den problemas con el vecindario.
En la zona de Delicias, con muchos edificios de renta antigua, este fenómeno ha llegado a tal punto que hay viviendas enteras llenas de prostíbulos. Encontramos varios edificios con cuatro, cinco y hasta seis casas de citas de este tipo. Lugares que hasta hace unos años eran vivienda habitual de familias enteras, o estaban arrendados a personas sin este estilo de vida. Mientras el resto de Madrid parece contar con pisos aislados, en tal o cual zona, Delicias se ha convertido en el barrio de la prostitución. De una forma sigilosa, eso sí, y sin montar ningún espectáculo, para no llamar la atención. Con Internet es mucho más fácil encontrar clientela sin hacer la calle, y eso se está demostrando en esta zona de la ciudad.